¿Qué pasó el 26J?

Nuestro Bloguero Juan Novoa analiza los resultados , no tan sorprendenstes, de las elecciones del pasado domingo
La noche electoral del pasado domingo fue diferente a cuantas he vivido. Nunca había visto un desastre parecido en las encuestas previas, ni en las realizadas a pié de urna. El resultado final supuso una enorme alegría para el partido del gobierno, un alivio para el PSOE y un enorme chasco para Unidos Podemos. Tres días después, el bloque de la izquierda sigue buscando un millón y pico mil votos que no se sabe donde están, el PSOE empieza a comprender que conformarse con haber resistido el “sorpasso” no vale para nada. El PP, aunque tiene más números y su líder ha salido claramente vencedor, no tiene nada fácil sacar adelante su investidura. ¿Pero que ha ocurrido para llegar a esa foto fija que será la realidad política de España hasta unas nuevas elecciones?

El cuarto en discordia: Ciudadanos. El partido de Albert Rivera debió comprender el día que finalizó la legislatuta sin presidente que su posición se debilitaba. Es verdad que fueron los que más lucharon por que no llegaran las nuevas elecciones, pero también es verdad que una vez más han enfocado mal la campaña. El viaje de Rivera a Venezuela pasará a los anales de los actos políticos incomprensibles. Ni era el momento, ni era el lugar. El rival de Ciudadanos era el PP, sin perder la ocasión de rascar en los descontentos del PSOE y se fue a intentar poner en ridículo a Podemos en un marco en el que a los de Pablo Iglesias no les quitaba un voto. Después, el viaje de ZP a Caracas y la declaración sobre la situación venezolana del Consejo de Ministros, acabaron por volver intranscendente el periplo caribeño, no exento de emoción, del líder naranja. A partir de ahí, sólo los convencidos de verdad quedaron a bordo. Y no es que Ciudadanos no ocupe un espacio interesante, ni mucho menos que sea innecesario. Lo que no supieron leer es que las nuevas elecciones en el centro derecha, han juzgado el breve periodo del interregno, no los 4 años de gobierno del PP. Ribera debió comprenderlo cuando no obtuvo ningún rédito de su contundente bronca a Rajoy en el debate a cuatro en el capítulo de la corrupción. El presidente en funciones, entre balbuceos, supo salir vivo, con la experiencia de sus años de política. Lo demás, una cuesta abajo.

Lo del PSOE es otra historia. El partido está roto por la mitad. Con la Vieja Guardia mirando a la dercha y la militancia hacia la izquierda. El candidato era y es un desastre que sorprendentemente, aun no ha dimitido, a pesar de conseguir por dos veces en 6 meses, llevar a su partido a los peores resultados históricos de la formación. El empeño de Sánchez de echar en cara a Podemos cada 5 minutos que él no fue presidente porque Iglesias no quiso, resultó patético. No porque no tuviera algo de razón, sino por no haberse dado cuenta de que lo que no podía admitir la formación morada era que España tuviera un presidente con semejante falta de capacidad. El PSOE es necesario, pero necesita una catarsis. Ahora le toca decidir si apoya o no a Rajoy en la investidura o en un pacto de gobierno. Seguro que se equivoca.

UNIDOS PODEMOS sigue buscando un millón de votos. El llamado pacto de los botellines prometía ser el paso adelante definitivo. La confluencia que por fin uniría a la izquierda. Los primeros días todo fue a favor, aunque tal vez, Iglesias pecó de avaricioso al querer convertirse en líder de la socialdemocracia. En cualquier caso, el error principal ha sido pensar que las redes sociales lo son todo. Con las cifras online, arrasaban. Pero la calle es diferente. Alguien dijo una vez que en política 2 + 2 nunca son 4. Y es cierto.
Pablo Iglesias se equivocó nada mas llegar al Congreso. Las mareas se habían creado para sumar, no para poner rayas rojas en cada página del libro de la nueva legislatura. Además, allá por el mes de marzo, Iglesias alcanzó unos niveles de antipatía intolerables en un líder político. Hay que reconocer, en cualquier caso, que todo el mundo daba el sorpasso por hecho y que las cifras de la noche electoral, aunque han otorgado a la formación morada los mismos escaños que obtuvo en diciembre, supieron a derrota.
El hecho insólito de la absoluta disparidad entre encuestas y realidad tanto en campaña como en la noche electoral, ha servido además para despertar un rumor siniestro, que habla de fraude electoral. Una nueva teoría de la conspiración en la que se relacionan los inesperados resultados con las altas expectativas y el turbio asunto del contrato de Indra. Ya se sabe que el descontento es un terreno fértil para que arraiguen las hipótesis más apocalípticas. Si mintiendo sobre financiaciones, Irán y Venezuela se pudo detener la oleada morada, cualquier cosa cabe en las mentes de aquellos dispuestos a buscar una excusa para no admitir el fracaso
Y por último el triunfador: Mariano Rajoy. Ha demostrado que saber de política es una cosa muy diferente a tener un buen proyecto, o aceptar la realidad. Da igual la corrupción, da igual la calamitosa reforma laboral, da igual que Cataluña haya dicho que se va de España y da igual que hayan pillado al Ministro del Interior filtrando información para derribar a rivales políticos. Con datos parciales de una recupración económica que no acaba de llegar, con un ministro de Exteriores llamando a Gibraltar a venirse a España y sobre todo con una apelación continua y compulsiva al voto del miedo, ha conseguido salir triunfador en la cita del 26 J. Probablemente Rajoy tenga una virtud que hace de él un buen presidente, y es que ha demostrado que conoce mejor que nadie al pueblo que gobierna. Otra cosa es que finalmente, encuentre apoyos para la investidura. Sería muy cruel que después de ser el único que sale reforzado de las pasadas elecciones, tenga que dar un paso atrás para que el PP gobierne.
Claro que la historia es caprichosa.